miércoles, 8 de diciembre de 2010

Estaba fumando un cigarro, escuchando las olas en su movimiento infinito, resignandose siempre a terminar igual. Y me puse de pronto a conversar con alguien que no estaba ahí, explicandole muchos porquéses, ir enlazandolos en una historia que resultó ser demasiado intima para contarla en un balcon sola junto al mar. Pero comprendí todo, me recontrui completa, me conocí por debajo de la ropa casi a punto de tocar esa parte del alma que vibra en un tono azul, cuando te conoces, cuando te entiendes, cuando eres consciente de una manera clara y honesta y dices: Esa soy yo. Explique muchas cosas al humo que salía del lucky ligth, y creo que pocas veces en mi vida he hablado con tal grado de brutalidad. La persona que no estaba ahí me entendia todo y no decia nada. Ahora, tiempo después, supongo que nunca podre hablarle así a esa persona que no estaba ahi -y que podria ser cualquiera-, que jamás podre volver a decirlo tan maravillosamente bien. Es como decir la weá más graciosa del mundo, y que no haya nadie ahí para oirlo.

Así no más.
Pero quizás el humo sirve de mensajero, quien sabe

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