
Los barcos alargados de Felipe navegan en el mar fragantes a roble añejo, mientras cruzan la distancia van dejando atras pinceles usados, cuadernos brillantes de escritura, partituras desteñidas, rieles de trenes y músicos borrachos.
Los barcos rebeldes de Felipe atraviesan el mar bullicioso. Sólo se detienen ante ciertos halos de luz que se cuelan entre sus velas. Observan el cielo nocturno en silencio hasta que, agotados, se transforman en lobos ahuyandole a la luna.
Los barcos musicales de Felipe bajan del Sol al Fa para quedar a la altura de la esfinge. Ella los envuelve e hipnotiza. El aroma de la noche medieval fertiliza la poesia cuando la esfinge gira sobre el pentagrama y decide revelar el enigma.
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